sábado, 28 de febrero de 2015

la piedra maléfica

aquella primavera estaba llegando un poco tarde. las madres seguían vistiendo a los niños como si la nieve aún siguiera en las calles. así iba uno, sudando por dentro y con la cabeza fría, andando hacia la escuela con la mochila en la espalda. al cruzar el puente, un personaje extraño, vestido con ropas brillantes y un largo bigote afilado, le hizo un silbido y llamó su atención. él se acercó y aquel hombre le mostró una extraña piedra negra, del tamaño de una naranja grande.

-mira lo que tengo. -le dijo-. te parecerá una piedra, pero es mucho más. es un juguete muy especial. te puedes divertir con él y puede hacer muchas más cosas que irás descubriendo a medida que juegues con ella. sé que pronto es tu cumpleaños, así que pídeles dinero a tus padres para que te la pueda vender. no te arrepentirás.

el niño se fue a la escuela, muy intrigado, pero la verdad es que lo que había visto le gustó mucho. siempre le habían gustado la piedras y esa era muy suave con una forma ovoide demasiado perfecta y estaba un poco caliente.

poco después se encontró, como cada día, con una niña que no iba a la escuela. era menuda, con el pelo negro largo y salvaje, de cejas finas, como hormiguitas haciendo cola para el autobús. llevaba siempre un mismo
vestido siempre sucio, un mapa en manchas de su vida y sus recuerdos. sus ojos eran grandes, casi más grandes que su propia cara. como cada día ella le preguntó: -"¿a dónde vas?" .y como cada día él respondió: -"a la escuela". -"eso es porque eres tonto y no sabes nada."  entonces le lanzaba una piedra que nunca le acertaba y desaparecía por el lado del camino. 

a los dos días, cuando era su cumpleaños, consiguió el dinero, que era bastante y tuvo que renunciar a todos los demás regalos para que se lo dieran, y cuando fue a la escuela, allí estaba aquel hombre extraño. le vendió la piedra y le dijo:

-la piedra no sirve de nada si la llevas en la mochila. tienes que sujetarla con las dos manos, y cuando la mires atentamente, empezarás a descubrir sus secretos.

el niño no le hizo caso y se la guardó para jugar con ella cuando volviera del colegio.  llegó a su casa, la sacó de la mochila y la sujetó como le habían dicho y empezó a notar cosas extrañas. de repente entró su madre y le llamó para cenar. la tarde había transcurrido sin apenas notarlo. después de cenar volvió a su cuarto y volvió a cogerla. ya de noche, pudo ver que brillaba un poco en la oscuridad y que pequeñas lucecitas se movían para formar figuras reaccionando al roce de sus dedos. 

al día siguiente fue a la escuela con la piedra en las manos. la
niña le salió al paso, pero él estaba tan absorto con su piedra que no le respondió cuando le preguntó a dónde iba. la piedra que ella le lanzó sí le dio esta vez en su cabeza pero para cuando dejó de quejarse y quiso decirle algo ella ya había desaparecido. 

estuvo observando su piedra nueva durante toda la hora del recreo y pudo notar que vibraba. al principio de forma suave y continua y luego rítmicamente. descubrió que si la movía al compás emitía algunas notas musicales, casi inaudibles, pero si se la acercaba al oído se escuchaban claramente. otro niño le vio y le pidió que le dejara sujetarla. reticente y bajo la condición de la brevedad, se la prestó.  al día siguiente, el otro ya tenía la suya propia. la sorpresa de ambos niños fue mayúscula cuando descubrieron que podían comunicarse usando las piedras. 

poco a poco, casi cada niño en la escuela consiguió la suya y el patio se vació de risas y juegos para que los rincones se atestaran de niños cabizbajos mirando sus piedras. los profesores estaban encantados con la tranquilidad que se respiraba y la falta de problemas. 

pasaron los días y el hombre del bigote se fue del pueblo cuando hubo agotado su provisión de piedras extrañas y con los bolsillos bien llenos. al niño ya no le importaba recibir una pedrada en la cabeza cada día al cruzar el puente. se rascaba un poco y seguía su camino con su piedra en las manos. algunos niños dejaron de ir a la escuela pero él seguía sintiéndoles a través de la piedra, por lo que no se preocupó. recibía una extraña señal en la que la piedra se hacía pequeña dos veces cortas y una larga. la señal se repetía varias veces y luego paraba. 

una mañana, aquel niño iba al colegio totalmente absorto y fascinado porque la señal se hacía más violenta cuantos más niños faltaban a las clases. al llegar al puente no recibió la pedrada habitual y, sin reparar en ese detalle se dispuso a cruzarlo. cabizbajo y ensimismado, su pie trastabilló y casi sin darse cuenta cayó al río. empezó a hundirse. se quitó la chaqueta, se quitó la mochila, pero su lento descenso hacia el fondo no se detenía. sus manos se negaban a soltar la piedra, que parecía hacerse más densa y pesar como plomo. de pronto vio, horrorizado, a sus compañeros de clase rodeándole, con las carnes azules y blandas, cómo parecía que le miraban con sus ojos hinchados sin vida. todos y cada uno sujetando su piedra con las dos manos. y entonces notó cómo la suya se hinchaba de forma intermitente: dos veces cortas primero, y una larga después, sin darse cuenta de que sus pulmones se llenaban de agua por no soltar la piedra. 

en la superficie, aquella niña que no iba a la escuela, lloraba por haber fallado en su pedrada, que cada día evitaba que el niño cayera al río por ir demasiado distraído mirando su piedra. 

sábado, 14 de febrero de 2015

humor de morgue

me pregunto si habrá algún médico forense aficionado a la magia, que empiece sus autopsias declamando: "ABRECADÁVER"