viernes, 16 de diciembre de 2016

la venganza del ultrafán

se está terminando el repertorio, se anuncia el final del concierto y se toca la última canción. empieza el ritual del "¡otra, otra!". como sucede casi todas las veces, normalmente siempre hay en todo repertorio los "bises", ya que se espera que la gente los pida y que el músico los toque.

pero bien, sucede a veces que, o bien alguien tiene una petición fuera de repertorio, que pide a veces de forma demasiado entusiasmada, o la gente está emocionada y sigue pidiendo más. en el escenario se suceden primero unas miradas de complicidad y luego unos segundos de debate y quizá se decide improvisar algo al respecto.

¿qué sucede en el público? en lugar de disfrutar de ese momento extra y de fiesta, en el que el escenario deja de serlo para convertirse en una reunión de amigos en un salón, aparecen las móviles. y los que tan efusivamente clamaban por un extra, miran una pantalla en lugar de la carne, y la atención se centra en el encuadre y no en los oídos. y lo que sube a las redes sociales es la improvisación y la "imagen" de un momento, que no "el momento", que tiene su razón de ser en un espacio y un tiempo determinado que le da sentido, y que descontextualizado, da una imagen pobre de lo que ha sucedido anteriormente, que ha sido ensayado y cuidado con mimo, mientras que lo que se difunde es la gamberrada y a veces hasta el error.

en el mundo virtual en el que vivimos, lo que se ve de uno mismo, es lo que conforma en los demás la idea de lo que uno es, y empiezo a preocuparme seriamente por estas cosas a las que no hace mucho no les daba importancia. así que es posible que la próxima vez que alguien pida algo fuera de repertorio, o por mucho que pidan otra otra, no me apetezca hacerlo o pare en el momento en el que vea un móvil grabando. total, se lo están perdiendo de todas formas.

domingo, 4 de diciembre de 2016

La carta de los 80 desde dentro

como músico profesional, me voy viendo envuelto en diferentes proyectos. uno de los últimos es LA CARTA DE LOS 80. es una función teatral que me parece difícil de calificar debido a su singularidad. en ella se realizan múltiples viajes. el actor termina interpretando dos personajes, aunque su transición entre uno y otro es progresiva. el público se traslada a un momento y un lugar fuera del teatro. los músicos dejamos de ser simples tañedores de instrumentos para convertirnos en un vehículo que ayuda a las mentes a viajar a esos sitios.
algunos dirán que tener a un personaje grabado en una locución no es teatro, pero resulta que lo que nos narra, en lugar de suceder en el escenario, sucede en un lugar mucho más poderoso: la imaginación del espectador. y eso creo que es precisamente la gracia de una representación teatral, que por mucha o poca escenografía que haya, el salto final hacia la credibilidad se produce en la mente del que mira.
es ese salto el que hace que identifiquemos a ese personaje ausente, que lo referenciemos con alguien de nuestra memoria, ya que es probable que podamos ponerle un rostro familiar.
también es bonito ver que cada actor que viene, le da su giro y su interpretación a su parte, como si los músicos fuéramos la base de un grupo jazz, y el actor el improvisador que toma su solo entre pieza y pieza, convirtiendo en única cada representación.
veo al público (e incluso a nosotros) reír, llorar y emocionarse. si eso no es teatro, que me lo expliquen.