lunes, 7 de agosto de 2023
Civilización
sábado, 27 de agosto de 2022
Retales de libreta
La belleza es el objetivo deseable, pero sólo como idea a la vez general e individualmente entendida, jamás como definición de un concepto generalizado.
La realidad es una ilusión triste, creada por el freno de nuestra imaginación impuesto a manos de los estímulos que recibimos a través de los sentidos.
El progreso real del hombre sólo será posible cuando se comprenda que se financie el aburrimiento de las mentes privilegiadas con el esfuerzo de los que se llagan las manos.
Debatir con alguien puede tener dos cosas malas: que consigas cambiar la opinión de otro, o la más terrorífica, que puedas cambiar la tuya.
domingo, 21 de abril de 2019
La mina
a la mina, a la mina, tiene que bajar a la mina.
la primera vez que mandé a uno, se resistió terriblemente. pataleó, gritó, mordió... pero al final bajó. escapó dos o tres veces, pero al final entendió la inutilidad de su gesto y se resignó a quedarse en la oscuridad.
me quedé tan bien que decidí mandar más. el siguiente no costó tanto. con cada intento aprendía y se me daba mejor. se resistían menos y aceptaban antes su sino.
aunque le llame la mina, es sólo un agujero negro del que es difícil escapar. pero allí no hay nada que extraer, ni siquiera nada que hacer. sólo pasar los días y cultivar úlceras. el único ansia permitido es que se olviden de uno para siempre.
me volví tan bueno mandándolos abajo, que al final me sonreían y me cantaban canciones, mientras el ascensor que los llevaba al averno se los engullía indefectiblemente. incluso algunos me saludaban con la mano mientras les veía desaparecer, con una sonrisa en mi cara.
pero lo que parecía una buena idea, resultó no serlo tanto. al mandarlos a la mina, me quedaba sin defensas, sin activos para afrontar la vida al sol. y llegó el día en que me sentí indefenso, sin entender por qué. el ajeno apareció de imprevisto, pero no traía ninguna mala intención. yo no sabía como permanecer en pie frente a él.
comprendí que sólo había una forma, y era bajar a la mina y traer de vuelta algunos de aquellos. quizá alguno tan podrido que moriría al instante ante la luz, algún otro que ya ni siquiera reconocería, de otro me daría cuenta que lo guardaba bajo tierra por costumbre, pero del que ya no había necesidad de mantener escondido. demasiados espectros a los que enfrentarse allí abajo, pero valía la pena. al fin y al cabo, lo único que se podía conseguir era la felicidad, porque la miseria de ocultar todo aquello ya me era de sobra conocida.
martes, 25 de diciembre de 2018
el acordeonista del metro
arrastra un carro de la compra, desvencijado y modificado con cinta americana para acomodar una suerte de amplificador. se cierran las puertas del vagón y tras poner en marcha un playback, empieza a tocar villancicos. tan adornados y cambiados que casi son irreconocibles entre tanta nota y floritura. el volumen del amplificador me aturde y me distrae de mi lectura así que me rindo y cierro el libro. antes de llegar anla siguiente parada, la base enlatada que le acompaña se detiene. contrariado, abre un bolsillo del carrito y desenchufa un vetusto reproductor de MP3. sacaun paquete de pilas de su bolsillo y reemplaza la que supuestamente se ha agotado. todo el vagón parece respirar con el eventual momento de silencio. vuelve a colocar la tapa y enchufa el aparato al cable. tras unos momentos en los que se pelea con los menús y los botones, desiste de sus intenciones. guarda el reproductor en el bolsillo del que había salido y empieza a tocar sin la ayuda artificial que traía. también callan los trinos y embellecimientos y una melodía delicada empieza a sonar. una pieza del repertorio clásico de acordeón llena el vagón. una expresión de hastío aparece en el rostro del músico. sabe que con los villancicos llena el vaso de las monedas y que lo que toca piensa que se pierde y le trae los recuerdos de todas las horas de estudio invertidas en el instrumento, y que sólo le han llevado a recorrer Madrid bajo tierra.
miércoles, 21 de noviembre de 2018
diversidad de autobús
son las 2:30 y en el autobús todo mundo mira su teléfono. o casi. a mi lado creo que no se repite ninguna cultura: una italiana, un mexicano, un colombiano, un turco,...
nadie habla con otra persona de dentro autobús, aunque los teléfonos cambian palabras en muchas lenguas. algunos duermen y yo me beberé sus impuestos mañana.
qué extraño crisol, qué heterogéneo conglemorado se sienta en estas sillas azules. cuánta falta de amor y todo por no hablar.
viernes, 19 de octubre de 2018
la manzana en el andén
de un verde brillante, casi al final del andén y casi en el centro. así estaba la manzana. un poco magullada por la caída, seguramente de alguna mochila medio abierta, o de alguna bolsa de plástico muy llena. entera, no es basura, se podría comer. pero está en el suelo, nadie la recoge y nadie se la comerá. demasiado entera para que la echen a la papelera, pero ya ha tocado suelo, no se sabe de dónde viene, ya no es válida para la gente de bien. sólo dos destinos le son posibles: o la escoba del funcionario, o el hambre del mendigo. un acto trivial del destino se convierte en cruel por culpa de todos los ojos de que la miran. y yo paso al lado pero tampoco hago nada.