normalmente vivo con la cabeza casi a dos metros sobre la tierra que piso. mi visión de la gente es casi siempre hacia abajo. ando esquivando toldos, ramas y paraguas los días de lluvia. es por eso que a veces me gusta sentarme en el suelo del vagón del metro y mirar hacia arriba, como mira un niño pequeño. y me imagino corriendo por el vagón, tirando del asa del bolso de la señora del vestido verde, gritando al majadero del teléfono que no me gusta su música y abrazándome a las rodillas del viejito que se ha quedado dormido. pero llega la estación y, como en la vida, tengo que levantarme, crecer, y vivir con las vergüenzas y normas de los adultos bien educados.
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