miércoles, 23 de diciembre de 2009

multa de velocidad

la velocidad era excesiva. tuvimos que conducir peligrosamente para darle el alto. el conductor, asustado y bañado en lágrimas, explica que "huía a ninguna parte". le explico que de ciertas cosas sólo se puede huir en el tiempo. que cuando se empiza a correr, tarde o temprano hay que parar y de repente "ninguna parte" se convierte en "algún sitio". el infractor arranca a sollozar y dice entender lo que le digo. agradece que le hayamos parado y tras denegar su invitación a tomar algo, firma la multa y prosigue su viaje de forma tranquila, según observamos, y, de regreso, según afirma él.

jueves, 17 de diciembre de 2009

calorcito estival (relato erótico)

"No te muevas". El sol cae a plomo. La brisa en la playa calma un poco el calor de julio. "No abras los ojos"". El segundo susurro fue más leve aún que el primero, aunque obedecido con igual sumisión. La advertencia: "no voy a tocarte". Su piel ya estaba morena y las costumbres de aquella cala le habían colocado un sujetador de bikini que apenas había esrtenado. Acerqué más mi boca a su oreja para hablar aún más flojo. Estoy tan cerca y todo está tan calmo que casi puedo oír cómo suda. "Ahora te beso en la nariz, casi rozándote. Mi lengua juega con la comisura de tu boca". Ella separa un poco los labios sin mover la mandíbula. Le respiro muy cerca del oído. "Ahora la meto despacio en tu boca y la paseo por tus dientes y por detrás de tus labios". Su barbilla tiembla un poco. "Pongo una mano en la copa de tu pecho izquierdo y, con la palma abierta de la otra, rozo muy levemente tu pezón derecho en movimientos circulares por encima de la ropa". Aparecen dos relieves en el bañador. Noto que una de sus rodillas se ha movido. "Trazo pequeñas espiales de saliva alrededor de tu ombligo". Su respiración se acelrea y su barriga se mueve arriba y abajo al doble del compás de las olas. "Continúo bajando y, esquivando tu sexo, te doy pequeños mordiscos, sin llegar a apretar, en las ingles". Hablo tan bajito que casi ni yo puedo escucharme, pero sé que ella sí y que el calor de mi voz baña su oído. "Por fin te beso en..."
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¡PARA!
No me deja seguir hablando. Me coge de la mano, aún sin mirarme, y veo cómo su espalda, ligeramente curvada, va retomando contacto con la toalla. Abre los ojos despacio y mirándome fijamente, filtra a través de su sonrisa: "cabrón"

lunes, 7 de diciembre de 2009

Argonauta en el siglo XXI

Qué difícil hacer oídos sordos y ojos ciegos a los cantos de sirena de las meretrices de la calle, cuando te ofrecen casi todo lo que quieres por casi todo lo que tienes, cuando lo que tienes es tan poco.