domingo, 29 de septiembre de 2013

domingo tarde por la tarde

los domingos por la tarde tienden a ser tristes. muchos niños abandonan a sus padres para volver con sus madres, tal como ordenó el juez. entre los amantes del futbol, la mitad han perdido y se lamentan de su posición en la liga. si alguien salió a buscar el amor de su vida la noche anterior y sólo encontró sexo, estará cambiando las sábanas manchadas, quizá sintiéndose asqueado porque la sustitución ya no lo llena, pero no puede evitar caer en ella una y otra vez. a lo mejor la próxima cita que le proporcione esa página de citas sea la definitiva. el que salió a buscar sexo y no lo encontró, se masturba frente a la fría pantalla del ordenador, sabiendo en un rinconcito de su cabeza, que mira hacia otro lado cuando esa otra persona le mira con ganas de más, y no se atreve a dar el paso. el que no salió porque ha tirado la toalla se ha despertado de una siesta demasiado larga, después de pensar que tomarse unas copas de más en la comida entumecería la soledad, pero otra vez tampoco le sirve de nada, y ahora que se acerca la noche se desespera ante la visión del insomnio y el dolor de cabeza. las parejas que tienen tanto que decirse, callan y miran la segunda película de la tarde, sin decirse nada, en la comodidad del sofá y con la persiana a medio bajar, sin ser capaces de olvidar que la hipoteca les une por treinta años por lo menos. una vez más alguien renueva los propósitos de ir al gimansio, que ya lleva pagando tres meses y no ha vuelto a ir después de que las agujetas le desanimaran al tercer día de empezar. qué pena que se le olvide poner el despertador a la hora adecuada antes de irse a dormir. los domingos por la tarde deberían pasar rápido, pero incluso el universo es cruel haciendo que el tiempo se ralentice de forma indecible. mejor será sacar el perro al parque. él es mucho más feliz. no sabe lo que es un domingo.

jueves, 5 de septiembre de 2013

escenario

no es fácil describir esa sensación. está la técnica, el pobre conocimiento fruto de largas horas de estudio, está la pose, está el orgullo y también un poco la vergüenza e incluso miedo. a veces también el circo y el cortejo velado. pero en algunos breves instantes, además de escasos, todo eso desaparece, y los dedos acarician el mástil como la lengua del adolescente busca su primer beso, la melodía surge y fluye, y parece que no soy yo el que toco y me oigo y casi me veo desde fuera, como un oyente. el vértigo de subir despacio por una babel de notas y culminar delicadamente el ascenso. entonces todo el sudor, todas las lágrimas, todo el hambre y las caminatas para no pagar un taxi, cobran sentido. por esos momentos en que la música es arte y me llena las venas con sonidos y me vacía el alma de oscuridades.