jueves, 7 de marzo de 2013

justicia, quiero justicia

vivía en el barrio antiguo de la ciudad, en uno de los callejones más lúgubres de aquella zona ya oscura de por sí, un viejo tacaño que se enriquecía de practicar la usura prestando dinero a gente necesitada. el único capricho que se permitía era una tarta de manzana, que compraba los domingos con la única moneda que se escondía entre sus raídos calzones para tal propósito. se la envolvían con un lazo y se la llevaba a su casa donde la comía a pequeños mordiscos, dejándose un trozo para terminar de saborearla el lunes en el desayuno, cuando ya dura, la roía como una ardilla.
aquel domingo volvía de la pastelería con su tarta colgando de su mano y apoyándose en su bastón con la otra, cuando un mozalbete desharrapado vino corriendo desde atrás y le estiró el paquete. el viejo, con una sorprendente habilidad, usó su bastón para hacer trastabillar al chaval que pretendía huir, cayendo él y la tarta en un charco de barro en medio de la calle. el avaro, con sorpredente agilidad, le trincó por la oreja después de darle un par de bastonazos y empezó a andar hacia la plaza mayor arrastrando consigo al ladronzuelo. una vez allí, irrumpió en la casa del juez y empezó a dar voces desde la entrada:
-"¡justicia, quiero justicia!"
el juez, que disfrutaba de su solaz dominical vestido únicamente con un largo camisón, interrumpió su lectura y bajó las escaleras para ver quién producía el alboroto. allí vio con desagrado la escuálida figura del avaro sujetando aún por la oreja al pillastre, que no conseguía zafarse de su captor. intuyendo la historia, dio órdenes a una doncella para que fuera a buscar al alguacil y mandó al demandante que se sentara a esperar a que él se vistiera y a que llegara el funcionario. después les recibiría en el salón y escucharía lo que tuvieran que decirle.
el alguacil llegó presto pues vivía apenas una manzana más allá, pero el juez se entretuvo lo que pudo para hacer esperar a aquel individuo que desde luego nunca le había caído bien.
finalmente les hizo pasar y dejó que hablara el viejo.
-"este rufián me ha causado daños y perjuicios. ha destrozado mi tarta recién comprada en su afán por robármela. exijo justicia y la exijo ahora."
el juez, con su más severa mirada, observó lentamente al mozo y pudo ver cómo el terror iba surgiendo en los ojos del pillastre. cuando notó que empezaba a temblar le preguntó: "¿es eso cierto?"
no se atrevía a responder y el viejo le dio un papirotazo mientras le gritaba: "¡responde!"
el juez frunció el ceño y miró más fijamente a los ojos ya llorosos del ladrón y entonces respondió entre balbuceos:
-"yo no quería destrozarlo. quería comérmelo. tengo hambre. él me hizo caer y entonces...", entonces el viejo volvió a golpearle haciéndole callar.
-"¿le oye y lo ve usted señoría? ahora quiero justicia."
el juez, se quedó pensativo unos instantes mientras jugaba con su barba y luego habló.
-"en verdad se ha cometido un delito y el infractor debe pagar por ello." -el viejo sonreía satisfecho.-"dictamino que para compensar la pérdida del pastel, este mozo servirá en casa del demandante durante una semana. para ello y como corresponde al decoro de un lugar tan noble, se le comprará ropa nueva, dos mudas, que conservará después de finalizar su castigo. se le dará de comer tres veces al día de forma abundante para que pueda cumplir con su obligación. para asegurarme de que todo esto se ejecuta, el alguacil irá a comer también compartiendo la misma comida para comprobar que se cumple mi sentencia al pie de la letra y de forma satisfactoria. ningún maltrato recibirá el infractor y se le proporcionará cama con sábanas limpias bajo el techo de la casa en una habitación caliente para que no enferme y librarse así de su condena."
el avaro había ido cambiando su risa por una mueca de enfado y al final estalló:
-"¡pero todo esto va a costarme una fortuna!"
a un gesto del juez, el alguacil hizo sentarse al viejo y luego habló:
-"habéis entrado en mi casa sin llamar un domingo a exigir justicia a voces, y justicia es lo que habéis encontrado. que no sea de vuestro agrado, eso ya no me atañe a mí, sino a vuestra negra conciencia. sácalos a los dos y asegúrate de que lo aquí dicho comienza a cumplirse desde este mismo instante."

lunes, 4 de marzo de 2013

llueve

y alguien se queja en las redes sociales "Todo el p...dia lloviendo..."
a lo que respondo:
ahora mismo la lluvia repiquetea en mi tejado y me arrulla, y el agua que corre por las ventanas distorsiona mis acostumbradas vistas y hace temblar los edificios y las ventanas. saldré a pasear con la perra bajo mi paraguas, y el aire estará limpio en lugar del habitual veneno que me da esta ciudad, y cuando volvamos ella se quedará esperando en el dintel de la puerta, para que la seque y la mime con la toalla. y el día ha sido metálico y de plata, y la luz no hacía apenas sombras. un gorrión ha venido a refugiarse un rato en mi balcón. para mí ha sido un día bonito, y mañana más.

amando el papel

que sí, que muy cómodo, que 4000 libros en una tarjeta. que sí, que portable y con batería de larga duración. pero: los libros que robo de las estanterías de casa de mis padres huelen a mi niñez. el que compro nuevo, con las ilustraciones de Lacombe huele y siente a satén. el que compro en el rastro por un euro, huele a humedad, y tiene rayajos sobre el papel amarillento, y trae más historias que las que le escribieron en la imprenta, con su dedicatoria perdida, que hago mía aunque no me llame Mariela. los que tengo de hace tiempo ya huelen al incienso que quemo en mi salón. el que se le cae la tapa ya del uso, lo sigo leyendo y pegando con celo para que aguante una vez más. quizá sea un romántico del libro, pero qué es sino leer un libro sino un acto de amor a la imaginación. quizá sea un anácrono, pero qué hay más atemporal que las épocas en las que viven los personajes. quizá vaya al revés del mundo, pero siempre me gustó empezar el periódico por la última página, y las portadas de la web me lo mezclan todo: la viñeta del día con el niño muerto de hambre; el concierto de la noche y la corrupción de los que mandan. y así no hay quien salte por las noticias. de momento, sigo amando el papel. no me veo tumbado en la playa tomando el sol mientras duermo, con un e-reader en la cara haciéndome sombra. y nadie tiene cuidado para no cortarse y soltar un "ishhhhh" con un amasijo de plástico y procesadores entre las manos.