lunes, 4 de marzo de 2013

amando el papel

que sí, que muy cómodo, que 4000 libros en una tarjeta. que sí, que portable y con batería de larga duración. pero: los libros que robo de las estanterías de casa de mis padres huelen a mi niñez. el que compro nuevo, con las ilustraciones de Lacombe huele y siente a satén. el que compro en el rastro por un euro, huele a humedad, y tiene rayajos sobre el papel amarillento, y trae más historias que las que le escribieron en la imprenta, con su dedicatoria perdida, que hago mía aunque no me llame Mariela. los que tengo de hace tiempo ya huelen al incienso que quemo en mi salón. el que se le cae la tapa ya del uso, lo sigo leyendo y pegando con celo para que aguante una vez más. quizá sea un romántico del libro, pero qué es sino leer un libro sino un acto de amor a la imaginación. quizá sea un anácrono, pero qué hay más atemporal que las épocas en las que viven los personajes. quizá vaya al revés del mundo, pero siempre me gustó empezar el periódico por la última página, y las portadas de la web me lo mezclan todo: la viñeta del día con el niño muerto de hambre; el concierto de la noche y la corrupción de los que mandan. y así no hay quien salte por las noticias. de momento, sigo amando el papel. no me veo tumbado en la playa tomando el sol mientras duermo, con un e-reader en la cara haciéndome sombra. y nadie tiene cuidado para no cortarse y soltar un "ishhhhh" con un amasijo de plástico y procesadores entre las manos.

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