miércoles, 19 de septiembre de 2012

parada de autobús

no recordaba la última vez que había salido de noche a tomarse unas copas. quizá la última vez fue cuando terminó la carrera, parece que fue hace poco, pero han sido muchos años ya. primero de su promoción, doctorado, investigación, años y años y por fin, esta tarde los kilos de tiza gastados en pizarras, los ordenadores quemados haciendo cálculos imposibles, las noches sin sueño, las peleas en casa, todo, todo ha cobrado sentido y ha valido la pena. todo para llegar a una fórmula que apenas ocupa una línea, pero esa es su belleza, su aparente simplicidad. así que, ¿por qué no volverse un poco loco esta noche? la fórmula seguirá ahí mañana por la mañana. quizá enseñar el culo mientras se baila sobre una barra no sea lo más adecuado para un doctor con dos carreras a punto de revelar al mundo algo que puede cambiar la historia y los conceptos básicos de la ciencia, pero qué demonios, lo merecía. ahora, habiendo perdido la cartera y atesorando un par de euros que tenía en un bolsillo para poder pagar el billete del autobús nocturno, espera sentado en la parada.
una mujer, despeinada, con la mirada perdida, las manos sucias y la ropa con algún jirón que otro, se sienta a su lado. saca una libreta con las tapas negras, apenas más grande que su mano. empieza a pasar páginas llenas de números. los bordes tienen la tinta emborronada y corrida de haberse mojado varias veces. el hombre, que no tiene nada que hacer excepto repetirse que el mundo no se balancea, mira la libreta curioso. abre al fin una página en blanco y empieza a escribir con un lápiz al que no le vendría mal un afilado. canturrea algo, balbuceando una jerga incomprensible. poco a poco va llenando de números y letras la hoja. el hombre, que mira ya sin disimulo, empieza a palidecer. la mujer está reproduciendo la fórmula, su fórmula, en ese trozo de papel inmundo. no puede ser. un autobús llega, la mujer se sube, y aunque no es el que le corresponde a él, el hombre también sube. se sienta detrás y sigue observando como va apareciendo su fórmula. la mujer escribe muy despacio y pasa mucho rato entre trazo y trazo. finalmente, la mujer se baja y el hombre la sigue. la mujer guarda su libreta y anda con pasos lentos, mirando el cielo, escudriñando las papeleras, sin percatarse que hay otra sombra que la sigue. en un callejón, el hombre le salta encima y sujetándola por el cuello le dice entre los dientes llenos de bilis y de ira, que le dé la libreta. está tan obcecado que no se da cuenta de que no respira. cuando su cabeza cae hacia atrás, la suelta. asustado, le coge la libreta negra y mohosa y huye corriendo.

"va a hacer frío esta noche" piensa. no le ha sobrado mucho de lo que le han dado esta tarde, después de comprarse un sandwich y dos briks de vino. "maldita crisis, hasta los pobres vamos peor". en un ataque de lucidez, decide tomar un autobús para ir al parque a dormir. un hombre sentado en la parada, más borracho que ella incluso, se sujeta la cabeza mientras su cuerpo se tambalea levemente. mientras se sienta a su lado, sólo le envidia los zapatos. para pasar el rato, saca su libreta, su querida libreta y el lápiz que encontró por la mañana y empieza con su habitual desvarío:
"qué bonito queda el 5 al lado del 8. van en monopatín. le pongo ruedas, uy, parece un infinito. da igual, me gusta. ahora una letra. ¿cuál quedaría bien? creo que la Z. ahora otro número. una crucecita, como las que me ponían las monjas. ahora un siete y otra letra. ahora unos ojitos..."

4 comentarios:

Tamara dijo...

Hay personas que piensan que todo el mundo les roba sus ideas.

Un besazo.

paco bello dijo...

Fantástico cuento, con un final memorable, sí señor!

Xiomara dijo...

oSe dice que todos los matemáticos están locos, son unos borrachos o las dos cosas. Lo has clavado. Besos.

Brian Ruelas dijo...

Me ha gustado. Te invito a que visites mi blog, un tanto de mi rutinaria vida, escritos a los que titulo "desahogos". ¡Abrazos fuertes!

www.brianruelas.com