jueves, 17 de agosto de 2017

qué bosque tan feroz


hoy son muchas cosas las que me dan pena. la primera, por supuesto, las víctimas de este horrible hecho que ha sucedido en Barcelona. después, la retransmisión en directo por parte de algunas cadenas del morbo disfrazado de información, pese a las peticiones de las fuerzas de seguridad de no difundir ni imágenes de la policía, por no dar pistas a los asesinos, ni de las víctimas, simplemente por dignidad humana. caso omiso a todo. la tercera es la aparición del que aprovecha para hacer burla de la situación y hacerse abanderado de lo peor que puede sacarse de un ser humano.

probablemente las víctimas y los familiares de las víctimas se vuelvan más feroces. las televisiones, ávidas de audiencia, insertan anuncios entre las noticias de sangre, hoy todo el país estará pendiente y el becario no se atreverá a decir que no pone esas imágenes, porque pagar el alquiler se impone ferozmente a los valores éticos. el reaccionario oportunista descarga su ira de las peores formas posibles, con comentarios e ideas hirientes, movido seguramente por el engaño de otros, y por la ira propia que le engendra el mundo, que en el fondo es la misma ira que mueve a un ser a coger un volante y a cometer una atrocidad. una semilla de odio que saben muy bien cómo plantar y dejar que crezca, para luego no responsabilizarse, porque ellos sólo plantaron una semilla. el monstruo que nace de ella ya no lo controlan, pero sigue sirviendo a sus fines, y el monstruo suelta esporas que infectan nuevas mentes y crean nuevos monstruos. y da igual que los monstruos se maten entre sí: igual que en una película barata japonesa, al final son las personas que pasaban por allí las que mueren bajo sus pies.

y me pregunto ¿dónde está la compasión y la empatía? porque a todos ellos les falta. el mundo se vuelve feroz y la respuesta no es endurecer el caparazón, sino abrir el corazón para aprender a amar un poquito más, tanto al que pasea por nuestro lado, como el que sufre en la distancia.

reconozco que en mi día a día, aparto el horror de la realidad de mi lado todo lo que puedo, porque el mundo me duele y no puedo vivir con ese dolor sabiendo que no puedo hacer nada, o casi nada. pero a veces el horror se vuelve tan grande, o tan cercano, que no hay forma de mirar en otra dirección.

la ferocidad del mundo se ha llevado a mis amigos lejos, incluso a los que viven cerca, y hoy no ha habido mensaje que pudiera sustituir a un abrazo. me he quedado bloqueado sin poder hacer casi nada y sin hablar con nadie, al menos no cara a cara, y las palabras que me podía susurrar un pequeño altavoz a mi oído no me valían. mis manos han quedado desiertas. no he tenido fuerzas para coger la bicicleta y llevarme a mi perra a correr por el río, que era mi plan para la tarde, y para ella el mundo feroz sólo ha sido un paseo corto por el asfalto. sin embargo, sus ojos marrones me enseñan siempre que me miran. hay tanto que aprender...

reconozco con vergüenza que yo mismo me reí y conté chistes cuando sucedió lo de las torres gemelas. hoy lo recuerdo y no me reconozco. quizá fue porque no sabíamos cómo reaccionar ante este nuevo tipo de ataque. los EE.UU. quedaban lejos y parecía que se lo habían buscado. pero hay que diferenciar entre el país y las personas. en este juego de tronos que se juega hoy, los reyes del tablero no mueren, sólo cambian de estrategia y de amigos, y si el color con que se juega va perdiendo, se cambia. los que mueren son las personas, que son usadas como peones y se sacrifican por todos los que miran el mundo como un tablero, para sus propósitos egoístas. tuvimos que aprender con muertos en nuestras estaciones, con los cuerpos de Londres, con los llantos de París... yo he sido capaz de mejorar, y pienso que eso es lo que hace falta, aprender para los que ya estamos aquí, pero sobre todo, enseñar a los pequeños. porque aprender esto por la experiencia resulta doloroso. mejor estar preparado. el horror seguirá doliendo, pero no hará falta cura para el aprendizaje.



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